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miércoles, junio 21, 2006

Una madre

Querida reina:

Hoy me arranco el corazón del dolor que tengo. Ayer, a una madre a la que le mataron a su hijo y a una hermana a la que le asesinaron a un hermano, las echaron del juicio por llamar hijos de puta a los asesinos que de ellas se reían. Querida reina, acabe ya con esto, no deje que sigamos sufriendo la humillación del derrotado cuando hemos vencido. Cuando no matan porque ya no pueden. Cuando sólo sirven para reirse tras unas vidrieras. Cuando se mean en los pantalones porque la policía los detiene. Cuando vomitan la mala leche que tienen dentro. Querida reina, díga a su abuelo que haga algo, pero que lo haga pronto, que nos duele el alma y el viento nos corta la cara y el sueño.

Siempre he pretendido que estas cartas sean amables. Aún es Vd. muy pequeña para agriarle el carácter. Siempre he deseado verla crecer y, algún día, hacerme monárquico por Vd. Siempre, este que no cree en nada, ha creído creer en Vd. Me he enamorado de vos. De su pelo rubio, de sus ojos gris-azulado perdidos en esos mofletes que me comería a besos. Pero Majestad, o alza Vd. la voz, esa que aún no posee, o estos se preocupan de que no la tenga jamás. Le imploro, ante la Virgen de Atocha, esa misma a la que son presentados todos los de su familia, que acabe con esta ignominia. Hágalo Vd., yo la aprecio y le deseo lo mejor. Besos... reina.